Sentado en un rincón lleno de recuerdos,
al son de la imparable lluvia,
alguien llama a mi puerta:

Imprudente soledad que
visitas mi alma adormecida
por cánticos de dolor y tristeza,
a petición tuya, maldita soledad.

Quieres mi cuerpo,
Quieres mi alma.
Quieres que te rinda obediencia.
Obediencia a la que se di alguna vez
Y a la que ahora me revelo.

Gritos de libertad,
Gritos de rebeldía,
Gritos de paz,
Que ante a ti,
maldita soledad,
impongo con fuerza.